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“Yo soy Fijman”: el teatro al rescate del poeta
| Por Carlos Aznárez | |
|       “Yo soy Fijman”: el teatro al rescate del poeta  Meterse en las entrañas de este poeta maldito, digo, que como Antonin Artaud  caminó siempre por la delgada cornisa del desafío a los modelos de la maldita “normalidad”. Meterse en su cuerpo, afirmo, en su mente de gigante, para escupirles en la cara a quienes querían juzgarle por  (de)  mente. Aún en esa prisión de hipocresía que son los hospicios, el corazón del poeta podia seguir latiendo y dando lecciones  de vida.    Uso la palabra “meterse”, para tratar de explicar lo que sentí al encontrarme  con una obra teatral poco habitual: “Yo soy Fijman”, que con inusitada pasión (para los tiempos que corren) y envidiable profesionalidad vuelcan, en un original escenario, un grupo  de jóvenes, descubridores del poeta y a la vez amantes de la poesía con mayúsculas. Hablo de Alan Robinson, Federico Mercado, Carina Resnisky,  Martín Ortiz, dirigidos por  Marcela Fraiman, y ahora habitantes de un singular espacio teatral  del barrio  bonaerense de Villa Urquiza.  Allí, sin dudarlo sobrevuela  lo mejor del espíritu de Fijman, y no es para menos, porque junto al elenco citado, transita como compañero  de travesía, quien mejor lo conoció y difundió su obra, el poeta, escritor y periodista Vicente Zito Lema.  En una actuación inolvidable, Zito Lema recrea como nadie puede hacerlo la  poesía de su gran amigo, y evoca, unas veces con ironía y otras con esa tristeza  que subyace en toda nostalgia, los repetidos encuentros con Fijman  prisionero, o luego en libertad condicional, hasta el día de su repentina muerte.   La puesta en escena revela una sutileza que atrapa desde el vamos, y  provoca que el espectador cohabite con Fijman en lo más profundo de sus hendiduras, y  salga de la mano de Robinson, Resnisky u Ortíz, o de la música compuesta por  Mercado, a decir quién es en realidad este hombre que pasó 30 años (se dice  fácil) envuelto en tinieblas de palizas, electroshocks, miradas torvas,  tristezas y otras minucias que no lograron derrotarlo.   La obra emociona, conmueve, provoca y nos interpela, no sólo por no conocer más a Fijman (sus libros son aún semiclandestinos o suelen ser encontrados en librerías de usados) sino también por todos los Fijman parecidos a este  hombre bueno y grande que falleció en el 72, y que aún pasean sus osamentas y  su sabiduría de “locos”, por instituciones, que como las cárceles,  deforman, machacan, asustan.   | 
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Nota sobre “Yo soy Fijman” Por Daniel Sans.
No se habla del amigo ausente, se habla con él. Esto que alguna vez  mencionó Fernando Ulloa busca cumplirse cada noche en la que “Yo soy  Fijman” se da en el teatro El Crisol; y agrego, no se habla de la  poesía, se habla con ella.
Los actores Carina Resnisky, Martín Ortiz y Alan Robinson; el  músico Federico 
Mercado y el poeta Vicente Zito Lema, andan entre las mesas, convidan  con una copa de vino y emprenden la ceremonia de resurrección de la  poesía y del poeta Jacobo Fijman; fui partícipe de la ceremonia, algo me  dice que continuará sucediendo, pero vaya a saber si siempre sucederá,  nada lo garantiza, el desafío es grande y no depende exclusivamente del  arte de los actores, del músico o del poeta con sus espontáneas  apariciones, tampoco de la dirección de Marcela Fraiman, si sucede, será  porque los espectadores dejaron de serlo y se transformaron, en ocasión  de la obra, en receptores activos, uniéndose en y a la ceremonia, eso  es preciso, intentaré explicarlo:
Durante la ceremonia en una de las paredes se escribe “Si no está  muerto búsquenlo en el loquero” la frase se refiere a Fijman a quien  Vicente encontró en el Hospital Borda y al que vuelve a buscar cada  noche; y la frase, como un eco, viene a responder una pregunta que me  atraviesa al salir de la sala ¿Dónde está la poesía? O recordando la  pregunta de Heidegger ¿para qué la poesía en un mundo de penurias? Si  los dioses han huido, decía el filosofo alemán, si Heracles, Dionisios y  Cristo ya no están y nada remedia el desamparo, si no es posible, ni  deseable que el arte ocupe el lugar que la religión ha dejado, pero se  precisa la poesía porque sin ella triunfa la renegación de la vida y de  la muerte, la resignación al dominio del capital y a la crueldad, la  perdida definitiva del sentido.
Entonces ¿para qué la poesía y donde encontrarla? Y donde no  encontrarla; asistí a una ceremonia de resurrección, no a una  representación, y esto es claro en la Antropología Poética Teatral de  Zito Lema, no es una re-presentación, ya que la poesía sólo se hará  presente si puede compartirse, que es lo mismo que decir que la  re-presentación es enemiga de la poesía en su forma de ceremonia, la  poesía no tolera espectadores, requiere que ponga el cuerpo, la  encuentro con la condición de transformarme en receptor activo. A la  obra y al poeta lo reviven para compartirlo y los que me invitan a  celebrar me acercan los elementos que las sostienen, entonces, habrá  celebración y la poesía volverá a dotar de sentido allí donde el exceso  de realidad ha herido. Se trata, parafraseo a Enrique Pichón Riviere, de  un intento audaz de transmutación de lo siniestro: salir del gran  loquero en el que estamos encerrados; en lo maravilloso, resurrección de  la poesía. Por eso es preciso salir a buscar la poesía que, como la  locura, no halla lugar en éste mundo, y contagiado de poesía, sabré de  las heridas que el mundo abandonado me infringe: la incomprensión del  dolor y de la muerte, la profunda dificultad de aprender el amor. 
(Daniel Sans es psicoanalista, escritor y docente en la Universidad  Nacional del Comahue)
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CUANDO EL TEATRO ES POESÍA Por Luigi Serradori
De entrada sé que ante esta obra no me vá el tono de critico, así que  renuncio a toda idea de critica (formal) sobre el trabajo. Para decir  mas, o para no decir menos, prefiero hablar desde la poesía y no desde  las formas del lenguaje critico teatral (dicho sea de paso, no se cuales  son) así que voy con mi única lengua posible, que es una mezcla de  intuiciones, influencias, y libertades.… 
Además se resuelve una ecuación bastante predecible escribiendo esto;  para hablar de poesía es necesaria la poesía. Así tiene que ser, y eso  es lo que hicieron con “Yo soy Fijman”.
Voy al grano, yo nunca presencíe un hecho teatral que despoje tan  naturalmente todo el artificio del teatro y vaya directamente, desde una  sencillez tan armoniosa, profunda, iluminada, a lo esencial, hablo de  una sencillez que para mí fue inaudita, porque guardaba lo esencial, y  que no es fácil conseguir, escenas plenas de honestidad y significancia.      
Siento que la poesía es la protagonista de la obra, el futuro de la  poesia para ser mas concreto... 
La palabra puesta como amistad y testimonio es lo mas poderoso que tiene  el trabajo. 
La palabra aparece desnuda,  inocente en su brutalidad, y aquí me saco  el sombrero por Vicente Zito Lema, ya que el hombre se despoja de toda  imagen (soberana) para encarnar una voz, una voz que es presencia, que  estuvo en el tiempo con el poeta y que ahora está entre nosotros, con la  claridad de un niño hablandonos, compartiendo desde una humildad de  oro, la humildad de fuego de Fijman.     
Una palabra y una escena sin mañas, una escena y una palabra que se  encuentran, que son coherentes, que reinventan un material sonoro y  visual (además de gustativo, mi vino bebido) haciendo del hecho teatral  música, música que se piensa y música del dolor que jamás abandona en la  vida la esperanza.
Al final es la esperanza lo único que nos debería importar del arte, si  hacemos lo que hacemos es porque creemos en la vida, y “Yo soy Fijman” a  mi me dice sin golpes bajos; un hombre en la poesía, eso es el futuro.  Con esta leyenda sali del teatro.     
También veo dos generaciones instalando este trabajo, una generación mas  cercana a este tiempo, que paradójicamente encarna al poeta, son ellos  los que dicen, desde el deseo me animo a decir, (porque hoy mas que  nunca nuestra generación ve como la poesía se nos escapa del alma); yo  soy Fijman, yo soy Fijman... Casi como una formula mágica para que esto  sea así,que uno pueda decir; yo soy Fijman como diciendo; que vuelva lo  perdido a nuestras lenguas            
Acostumbrados por estos tiempos al endurecimiento del arte, a la  desesperación sin límites, (intentos en nombre de la crueldad) cuando  sabido es que la crueldad se encuentra en los elementos mas puros, en el  bien de lo sencillo, en las inocencias, y no en cajas ni formas que  solo indican el miedo con moño pacato atomizado de la época.   
"Yo soy Fijman" a medida que avanza nos dice: relájense, los necesitamos  con su claridad y juicios expuestos, el corazón abierto listo a recibir  su propia instrucción.
"Yo soy Fijman" cree en los hombres, en el espectador, y no lo sodomiza  desde la “película” que generalmente hoy se esta haciendo en el teatro.
El vino que fui bebiendo (que me ofrecieron durante la representación)  fue mi soledad, mis propios huesos y la terrible realidad; ser conciente  de que uno vive y es parte de una sociedad sin ángel.
“Yo soy Fijman” es celebración, virtud, multiplica los sentidos porque  es poesia, va mas allá del teatro y así tiene que ser, porque la poesía  históricamente fue mas allá de sus fronteras.
Lo terrible de la vida de Fijman no deja de ser terrible, pero es tal la  superación de los dramas, la altura desde donde se cuenta la historia  que presenciamos una de las vidas más tristes de la poesía y sin  embargo, salimos con ganas de abarcar el mundo con un grito.
Cuando uno como espectador sale de una obra con sus sentidos afinados,  renovados, quiere decir que los que vio fue algo mas que una tarea  teatral. 
Hay un profundo respeto por lo que se cuenta. Hay una sensacion  maravillosa y es que el trabajo acerca al espectador con tanta  originalidad, paciencia, luz, que uno se encuentra en el círculo  escénico moviéndose con los actores. 
"Yo soy Fijman" se convierte en una casa donde uno descubre un viejo  recuerdo, una maravilla familiar; la poesía es de todos los hombres.             
 Luigi Serradori
 Actor, director y dramaturgo.
 Grupo Raíces, de Corrientes
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teatro // Yo soy Fijman, de Martín Ortiz y Alan Robinson // Por Lucho Bordergaray
Este es un  espectáculo que tiene muchas contras: se mete en el complicado campo de  la poesía, toma la poesía de un hombre que vivió casi treinta años y  murió internado en un neuropsiquiátrico, interfiere la representación  con momentos testimoniales, etc. Para más, se presenta en una sala fuera  de los circuitos teatrales consolidados, de esos a donde no llega el  público que se acerca al teatro como a un "consumo cultural". Es un  espectáculo de esos que si se lo presentás a un productor teatral, sin  dudas te dice que no es un proyecto viable. Y es probable que esté en lo  cierto. Pero desde el momento en que estás dispuesto a rescatar desde  el teatro la vida y la obra de un loco poeta, ¿a quién le importa la  viabilidad?
Pues bien, no hay dudas: estamos ante una elección muy  personal de quienes crean esta pieza. Ya sabemos que toda elección es  personal, incluso las que derivan en espectáculos complacientes con el  público (esos que hacen reír a los amigos y dejan a todos conformes  porque al no decir nada, no confrontan nada), y por eso aquí hablamos de  una elección “muy” personal, para marcar la diferencia. Martín Ortiz y  Alan Robinson eligieron rescatar la figura, la vida y la obra de Jacobo  Fijman. No lo hacen relatando su vida ni mucho menos volcando datos  biográficos. Nada de eso. La fragilidad y la fuerza que coexisten  armoniosamente en un poeta exigen más que la presencia o las ideas. Aquí  se pone en juego mucha sutileza, mucha incomodidad, mucha ruptura,  incluso mucho descuelgue para que aparezca no la representación de  Fijman sino la poesía, gratuita, caprichosa, inasible, luminosa incluso  cuando evoca las tinieblas.
Y en un golpe repentino, Fijman se hace  evidente con la aparición de Vicente Zito Lema. Otro poeta es el que  puede traer a Fijman, y no por el poder de las letras, sino porque  Vicente ha compuesto junto a Jacobo unas de las más bellas poesías  concebibles: la del amor. Sí, sí: Fijman llevaba casi tantos años  internado en hospicios como Zito Lema andando por la vida cuando este  pidió su tutela y lo acompañó en sus últimos tiempos. Hasta se encargó  de hacer cumplir un terrible deseo del tan lastimado Jacobo: que no le  destrozaran la cabeza después de muerto; es decir, que no le hicieran  autopsia; una manera de pedir ser acompañado y cuidado, literalmente,  hasta la tumba.
Si el teatro es acontecimiento, acá hay teatro. Si la  poesía es un intento por expresar lo inefable, acá hay poesía. Pero,  por sobre todo, acá hay artistas convencidos de lo que están haciendo, y  saben que cuando existe esa convicción, los demás –público,  espectadores, lectores, escuchas– entramos al mundo que proponen.
Con  dramaturgia de Martín Ortiz y Alan Robinson, textos de Fijman y Zito  Lema, las actuaciones de Carina Resnisky (responsable también del  vestuario), Federico Mercado (haciendo música en vivo) y los autores, la  ya señalada participación de Zito Lema, y la puesta en escena y  dirección de Marcela Fraiman, Yo soy  Fijman atraviesa nuestras vidas y sigue de largo con la misma  intensidad que esas brisas de primavera que nos acarician, nos llenan  los pulmones, nos dibujan una sonrisa y se van, pero ya no somos los  mismos.
Encontrá la ficha artística y técnica y la información de  las funciones de Yo soy Fijman en este link a  Alternativa Teatral.
Por Lucho Bordergaray
http://montajedecadente.blogspot.com/
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critica
http://www.criticateatral.com.ar/index.php?ver=ver_critica.php&ids=1&idn=2356
Obra con dramaturgia de Alan Robinson y Martín Ortiz, con dirección de Marcela Fraiman
Antes que nada agradecer. Agradecer que un hecho teatral haya realizado un hueco en el muro de mi ignorancia.
Yo soy Fijman, de Alan Robinson y Martín Ortiz, con dirección de Marcela Fraiman, me permitió, mediante su calida ceremonia, a la vez de conocer y vislumbrar a Jacobo Fijman, colocarlo en mis sentimientos en calidad de entrañable.
Y si para un lego le resulto fascinante andar por ese particular universo, el versado (nunca más apropiado este termino) en el poeta seguramente encontró a más de un Fijman.
Porque Yo soy Fijman, no se instala en solo un aspecto de la persona sino que lo atraviesa en su complejidad, y la forma de hacerlo es justamente, prestándole más de un rostro y una voz, para que su poesía, su “novelistica” vida, y su anecdotario contengan las más variadas sonoridades.
Entonces escuchar y ver como Vicente Zito Lema aúna la tierra, el aire, el agua y el fuego con el andar de vida de Fijman, el seguir a Carina Resnisky en sus desdoblamientos, el reconocer al poeta en Alan Robinson y Martín Ortiz, el dejarse envolver por los sonidos de Federico Mercado (son estupendas las texturas que logra con objetos impensadamente sonoros), son las puertas que se abren para encontrarse con la vida, la poesía, la postura y el pensamiento de un ser que por su pureza y sinceridad (atribuciones cada vez mas extrañas) no siempre hallo cabida en esta sociedad.
Merito de Fraiman es el de haber encontrado un justa afinación de todos los sentimientos que abarcan este hecho teatral, y que esa melodía pase por todos los rincones del espacio, para que ninguno de ellos quede sin impregnarse con un retazo de Fijman.
Para los que lo conocen, para los que no, Yo soy Fijman propicia un calido encuentro con la vida y la poesía. Lo que hoy en día, no es poco.
Gabriel Peralta
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